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Mi colaboración con Elena comenzó hace casi veinte años, cuando las dos éramos estudiantes. Muy rápido mi interés por la danza y su interés por la imagen hicieron que nuestra amistad prosperara y que inevitablemente quisiéramos trabajar juntas.

Como siempre en esos primeros años de vida de artista, eran más los proyectos que los resultados, pero eso hizo que nos conociéramos mejor, y que de alguna manera emprendiéramos un camino juntas. Aunque después vivimos en distintos países, siempre hemos seguido con gran interés los proyectos de la otra, y eso nos ha mantenido cerca estéticamente.

Aunque soy una espectadora constante de la danza contemporánea, hace dos años, cuando empezamos el proyecto de Anatomía Poética yo trabajaba esencialmente como directora de fotografía y directora de documentales, en universos narrativos relativamente simples y orientados a la televisión pública. Siempre he tenido gran desconfianza del matrimonio video-danza, aún si secretamente me parecía algo que tendría que experimentar por mí misma alguna vez.

Esta colaboración me sorprendió al principio, pues por un lado las piezas de museo, siendo inmóviles y conservadas en vitrinas, son en principio anti-cinématográficas, en el sentido de escribir a través de imágenes en movimiento. Por el otro, yo esperaba encontrar de la parte de Elena una demanda precisa para hacer mi trabajo. Lo que ella me proponía era aún más atrayente : acompañarla en su viaje por los museos y filmar las esculturas de cera que se utilizaron hasta el siglo XIX para estudiar medicina. Para mi, este viaje a través de las ceras anatómicas, fue como el de dos viejas amigas que se tienen de la mano para abordar lo desconocido : estos “personajes” inanimados extrañamente vivos y por eso mismo terriblemente intimidantes.

Este trabajo tiene de fascinante, que una vez frente a las piezas anatómicas (ceras, esqueletos, fetos y vestigios), Elena y yo entramos cada una sola en un diálogo con ellas. De esta relación hay algo que aparece o no en la creación coreográfica siguiente. Este diálogo con las ceras y con Elena, evoluciona en cada etapa, más a través de conversaciones subterráneas y comentarios delante de las obras, que a través de grandes discusiones estéticas. Ello es el producto de su confianza ciega en nuestra colaboración, de su respeto por mi visión, y seguramente de su deseo de ser sorprendida... lo que siempre es un riesgo.

La primera etapa en Francia, fue la mi descubrimiento de las ceras. Y en ese espacio de libertad que Elena me dio, también fue el de absorber de alguna manera esa mezcla de atracción y rechazo que ejercen en ella. Allí donde Elena las abordaba con rigor casi científico y una especie de veneración por el arte del ceroplasta, yo reencontré un gusto por el humor negro y la ironía. Tuvimos una estrecha colaboración en la búsqueda de los textos que acompañan este video. Alain, porque es un filósofo que ella había estado leyendo, y que anticipa de alguna manera los textos de Deleuze sobre el cine, al hablar de cómo el cuerpo recibe las experiencias físicas del otro. El texto de San Juan de la Cruz tenía una manera de evocar que nuestra relación con esas ceras está más allá de su valor científico, que entrábamos en un terreno sagrado. Nada de esto fue algo que racionalizamos en ningún momento. Lo bonito de la experiencia es que las cosas nos aparecen como evidencias, pero que no necesitamos justificarnos ante nosotras ni ante el resultado. Esta es la primera vez que trato de explicarlo.

La creación del vidéo y de la obra escénica, fue relativamente simultánea y creo que por esta razón las imágenes se incorporan fácilmente a su primera pieza.

En la segunda etapa, en Nápoles, tuvimos un contacto diferente con las ceras y vestigios. En lugar de verlas y filmarlas con muchas restricciones como en Francia, tuvimos dos días enteros para deambular en las salas del Museo Anatómico, con gran libertad para abrir vitrinas y filmar y fotografiar lo que se nos antojó. Esta vez no había textos fundadores de una idea. Algo que fue muy estimulante en esta fase, fue el dejarnos absorber por nuestro descubrimiento de la ciudad, la imaginada y la percibida, e integrarlo a esos “personajes” inmóviles con quienes pasábamos las mañanas. Fue como mirar desde otra parte que la visión, dejar que la imaginación asocie elementos, ideas. Como hacer la colección de algo que no va a tomar sentido sino mucho después. En esta etapa no hubo la misma coincidencia en tiempos de trabajo, ni era interesante repetir la misma experiencia que con las ceras francesas. El resultado es un video mucho más largo, que narra lo visto y lo sentido, en el que el resultado final es a la vez totalmente libre, pero acompañado por la mirada de Elena como primera espectadora. Lo bonito fue que una vez más, ella se dejó llevar por mi mirada, sin intentar imponer la suya, sino al contrario estimulándola para que sea aún más propia.

Nuestra tercera colaboración en Anatomía, será diferente. Esta vez vamos a Portugal, donde ya las piezas anatómicas son secundarias. Lo que dominará es la relación que las personas a cargo de aquellos museos tienen con los vestigios anatómicos : su historia y su conservación. Será una obra en la que la palabra tomará una importancia mayor, vendrá a tomar un valor de contrapunto de algo que absorberemos pero de lo que cada una se fabrica su propia idea. Otra particularidad de esta etapa es que vamos a poder pasar tiempo editando juntas, buscando un camino de narración que no hemos explorado por el momento.

En general trabajar con Elena en esta obra ha sido un agradable descubrimiento de un espacio de libertad dentro del lenguaje cinematográfico : ha sido una manera de introducir los métodos de la improvisación coreográfica dentro del un trabajo que frecuentemente requiere todo lo contrario, aún en documental. Por ello mismo es una experiencia que se está cuestionando a sí misma en permanencia, que explora maneras de acercamiento a las cosas, que produce resultados muy diferentes cada vez.