Jaime Conde Salazar acompañó este impromptus con su mirada y su escritura. De este acompañamiento surgieron los tres textos que aquí publicamos. El último de ellos el titulado LIBERAR (EL CUERPO) DE SU ATRAPAMIENTO MELANCÓLICO EN EL PUNTO DE FUGA (Lepecki más o menos), cerraba esta pieza, Jaime lo leía a todos los presentes.

LA ACCIÓN Y SU MIRADA

El dispositivo teatral convencional necesita que la mirada sea invisible: los cuerpos que sostienen la mirada permanecen protegidos por la oscuridad del patio de butacas. De esta manera, la acción aparece en escena “desnuda” como si nadie la estuviera mirando, como si sucediera con la sala vacía.

A lo largo del tiempo, han aparecido formas muy diversas para interpelar a la mirada desde la escena y que ésta dejara estar tan cómoda en su oscuridad.  ¿Pero y si la mirada como parte de la imagen que ella misma produce? ¿Y si la mirada se hiciera visible?

Susana, hija de Jilquías, casada con Joaquín, es una mujer muy bella. Tanto, que los viejos Arquian y Sedequía “perdieron la cabeza dejando de mirar hacia el cielo y olvidando sus justos juicios” (Daniel 13, 9) y ya sólo querían mirar sin parar a la joven. Un día, los viejos estaban espiando escondidos tras unos arbustos, cuando Susana, pensando que estaba sola, decidió desnudarse y tomar un baño. Ante la visión de la mujer desnuda, los viejos excitados pierden el juicio y se abalanzan sobre Susana.

A lo largo de los cinco últimos siglos, este pasaje bíblico ha servido para poner en escena una situación en la que la mirada forma parte de la imagen. 

La excitación es lo único que puede hacer que la mirada se desborde arrastrando al cuerpo que la sostiene a la acción. La mirada excitada de los viejos les hace sacrificar su invisibilidad haciendo que sus cuerpos invadan el campo de visión. El cuerpo de Susana es un imán, es una especie de trampa, un cebo que se tragan hasta dentro los viejos verdes. Sus ojos excitados les hacen perder el juicio y olvidar sus privilegios de mirones: sus cuerpos se lanzan a la acción y al hacerlo caen del lado de la imagen donde de inmediato perderán el poder de la visión. LA mirada excitada arrastra al cuerpo a la acción.  

LAS CRIATURAS DEL AIRE

  1. LA EXCITACIÓN DEL AIRE

  • Te colocas el cacharro en el pecho y el espacio se inunda del sonido que produce el interior de tu cuerpo. No solo se oyen los latidos/golpes del propio corazón sino también el sonido del paso de la sangre por las venas. 

  • El cacharro transforma el flujo en vibración, un fenómeno líquido e interno, en un fenómeno aéreo externo.

  • Cuando el latido sale de sí, desborda los límites del cuerpo que lo produce, se excita,  se transforma en vibración sonora.

  • La vibración que produce el latir de tu corazón excitado inunda y da forma al espacio en el que estamos. Este teatro es una arquitectura efímera que se construye en el momento en el que el latir de tu corazón, sale de sí y se convierte en sonido. Este teatro es tu corazón latiendo. 

  1. EL PRIMER TEXTO

  • El latido del corazón parece estar diciendo algo. El latido es una voz que no para de hablar.

  • La acción de las válvulas, el flujo de sangre, las contracciones y relajaciones,  articulan una especie de balbuceo profundo que está más allá del lenguaje.

  • Tu corazón está produciendo un texto que se construye antes de la gramática y la sintaxis  

  • Tu corazón pronuncia justo ese texto que tú no alcanzas a decir. Aquí no hacen falta  palabras, ni frases, ni lógica. Basta el latido.  

  • Los estímulos o acciones que se ejercen sobre tu cuerpo, modifican el ritmo y la intensidad de tus latidos. Tu corazón vivo lo dice todo, no se guarda, se encuentra en un estado de pronunciamiento constante que solo acabará con la muerte. 

  • En el decir continuo de tu corazón parece que se despliegan todos los accidentes y movimientos del alma. Escucho tu latir y me parece estar mirando tu interior.    

  1. LA ESCUCHA – MI OÍDO ES TU CORAZÓN

  • El latir de tu corazón se convierte en sonido que alcanza mis oídos.

  • El movimiento de tu corazón se corresponde con los movimientos de mi oído. 

  • La escucha es una aproximación, un intento de que se produzca una unión amorosa entre nuestros cuerpos a través del aire.

  • Chantal Maillard: “… cuando tú me escuchas y asientes, esa voz que te alcanza y dota de imágenes tu mente ¿dónde empieza mi voz y dónde termina?” (2009:229)

  • Escuchar tu latido, escuchar el texto que produce tu latido es dejar que mi oído se comporte como tu corazón, es asumir que tu corazón late en el interior de mi cráneo (también)

  1. LA OFRENDA

  • El alma realiza movimientos constantes de expansión y contracción, de unión con el mundo y separación del mundo, de simpatía y antipatía. Estos movimientos contantes se corresponden con los movimientos del corazón si es que no son lo mismo. Tu cuerpo se ofrece como el lugar en el que se muestran los movimientos del alma. Te miro y contemplo el ir y venir de tu alma y me vuelvo a sorprender ante la fascinante unión con tu carne. 

  • Lo que se ofrece es el lugar. Tu cuerpo abierto es el lugar. No es solo un paisaje, un espacio para que la mirada se expanda. Es, sobre todo, una marca que transforma el espacio en territorio. Tu coño desplegado es una acción arquitectónica, un punto de apoyo en el que se sostiene todo este edificio.

  • LA VISIÓN AL RAS, la que no necesita ni distancias, ni aparatos ni estrategias

  • Tu cuerpo vivo es la ofrenda 

  1. LA RECOGIDA

LIBERAR (EL CUERPO) DE SU ATRAPAMIENTO MELANCÓLICO EN EL PUNTO DE FUGA

(Lepecki más o menos)

Empezar con Vesalio.

A lo largo del s.XIV se pone a punto el sistema de la perspectiva lineal. Se trata de una forma de mirar muy concreta basada en dos creencias: 1) podemos mirar las cosas desde fuera; 2) las líneas paralelas se juntan en un punto infinito o punto de fuga, simétrico al punto de vista.  Estas dos creencias permiten pensar y experimentar la idea de profundidad como algo visual. Lo profundo no es lo lejano, ni lo apartado, ni lo invisible. Podríamos decir que lo profundo es lo oculto desvelado, lo inaccesible convertido en imagen.

Si colocas un objeto en el punto de fuga, este se convierte en imagen y en realización de la profundidad.

Si colocas un cuerpo en el punto de fuga, aparece la posibilidad de mirar dentro. Vesalio. El cuerpo se despliega ante la acción de la mirada: capa a capa, se transforma en imagen, en puro objeto de exposición. 

La condición para poner un cuerpo en el punto de fuga es el tiempo. Un cuerpo en el punto de fuga es un cuerpo sin tiempo, extraído de su propia existencia como lugar de la vida. El cuerpo es el lugar en el que la vida se concreta. Cuando el cuerpo se convierte en imagen, sobreviene una especie de muerte cuya naturaleza es esencialmente visual. Un cuerpo sin tiempo es una figura de cera. “Still life”, “Stilleven”, vida paralizada, quieta; “Nature morte”, “natura morta” naturaleza muerta. Bodegón. 

Una condena a la melancolía: el cuerpo en el punto de fuga nos condena a ver lo que nunca podremos volver a tocar. La melancolía sobreviene cuando tu imagen sustituye a tu olor a tu piel, al sabor de tus esquinas…

Pero ¿y si intentáramos mirar más allá del punto de fuga? ¿Cómo podríamos liberar nuestra mirada del sistema de creencias que culturalmente construye nuestros ojos?

Una mirada al ras, la cabeza apoyada en el suelo, los ojos en continua lucha con el plano horizontal. Si quieres ver, solo puedes renunciar al poder de la frontalidad.  Entonces tu cuerpo vivo llega y  se abre, se despliega, al ras. Territorio: todo empieza y acaba justo ahí, en el lugar que marca tu coño. No hay necesidad de entrar en ninguna parte porque tu cuerpo ya sale hacia mí, ya viene hacia mí. La ofrenda, el acto de hacer una ofrenda  implica un desbordamiento hacia la mirada. 

Cuando los ojos escuchan, cuando el aire se inunda de tu imagen, cuando me envuelve tu olor, la posibilidad de ver es otra. El aire es nuestro cómplice, allí la imagen se convierte en pura vibración, en puro latido, en pura expresión de lo viviente. Te miro y no hay posibilidad de muerte o desaparición.  El latido de tu imagen nos suspende en un tiempo que no va a acabar nunca, que jamás dejará espacio a la melancolía porque lo que muestra es un orden que nada tiene que ver con el antes y el después. Por eso Bach…